«Los efectos de un rostro pacífico, de una charla tranquila, especialmente de una persona desconocida, cuyas intenciones aún no se han adivinado. La voz de Dios en una boca humana.»
(20 de diciembre de 1913)
Franz Kafka. Diarios (1910-1913), ed. de Max Brod, trad. de Feliu Formosa, Barcelona: Lumen, 1975, p. 310.