El rubí de nuestra Cultura

Detalle de una gárgola en Salisbury Cathedral (Wiltshire, England)

[Foto de Adam Slater titulada como ‘Eternity of Pain’] 

Me he preguntado más de una vez sobre el por qué de una sensación que he experimentado en mi vida intelectual: el dolor, el sufrimiento ligado a conocimiento, a la cultura. O sea, el vínculo psíquico, pero también sensiblemente físico, entre limen del sufrimiento y atrio del juicio. Arriesgando a que parezca una petulancia elitista estoy convencido de que el nivel cultural influye en la percepción del malestar. Afectivamente he comprobado –y hablo igualmente desde una condición de doliente que no me ha sido individualmente ajena– que en los desconsuelos y quebrantos del amor pena punza más en quien posee un intelecto más sensible, también más sensitivo.

Estos días he leído en un pequeño libro grande en páginas excepcionales; Riflessioni sul dolore, de Umberto Eco (Bologna: Aspema Edizioni, 2014), en edición al cuidado Guido Biasco. Para pórtico éste escribe sobre la oportunidad de acercarnos al dolor «come generatore di energie dello spirito, el dolore come strada per la conoscenza e la conoscenza del dolore como mezzo di sopportazione« (p. 10). Con un despliegue de seductora erudición Eco recorre en adelante los caminos de la Antigüedad clásica hasta la Modernidad. Y, dolorido él mismo, declara: «Sapendo cosa stiamo subendo, vi sappiamo resistere meglio. La conoscenza, vorrei dire la cultura, alza la soglia della sofferenza« (p. 49) [“Sabiendo lo que estamos sufriendo, podemos resistirlo mejor. El conocimiento, me gustaría decir la cultura, eleva el umbral del sufrimiento»].

 

En este momento –girando el argumento– pienso en todos los que sufren, y más en privado en aquellos que sufren cerca de mi, mis prójimos más próximos. Y adopto una ’inteligencia afectiva’, y su dolor ‘me toca’. Ese contacto –ese tacto– con la tragicidad de la existencia sufriente me hace rendirles gratitud, que es una estancia más al fondo y reservada que el espacio ocupado por el agradecimiento.

Su dolor es el rubí de nuestra Cultura.

J.C.G.   

 

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