La percepción táctil de la Democracia, por José Calvo González

Me he
preguntado cómo percibimos la Democracia. Porque ésta es, junto a los
procedimientos que la reglan, igualmente una perceptiva. No han de faltar –bien
lo sé– instructores de análisis científico-político dispuestos a ilustrar la
respuesta con ingeniosas teorías siempre muy ponderativas. Sin embargo, más
allá de la oportunidad que el interrogante les brinda para la personal
delectación academicista, raramente alguna de aquéllas roza la epidermis
ciudadana, y aún ni siquiera se le acercan. Unos esgrimen razones, otros
pasiones; hablan de racionalidad, o bien de emotividad. Yo quisiera proponer el
afecto, y no para refrendar efluvios
de patética premoderna, como tampoco para impugnar geodinámicas posmodernas.
Remito con él al concepto jurídico-constitucional de affectio. Porque percibo la Democracia como, en efecto, expresión
jurídico-constitucional de la affectio
societatis
; en Democracia la voluntad de decidir juntos evidencia
igualmente la de permanecer vinculados, incluso para resolver la desafección.
Una versión no paradójica es remediar el desafecto precisamente por afectividad
hacia el otro. Pero, por lo general, se eligen vías diferentes –el cálculo
racional, o la intemperancia pasional– y así nos va en lo público, y también en
lo privado.

D. H. Lawrence, un poeta
británico nacido en las postrimerías del s. XIX y que murió sin rebasar el
borde del primer tercio del XX, tuvo una percepción afectiva del futuro de la
Democracia –y por extensión de la Política– que, infelizmente, todavía no es
presente. Por eso, además de por otros motivos, que nunca han de faltar para
leer poesía, su perceptiva merece ser rescatada. Entre sus últimos poemas
figuran los compuestos en 1929, en verdad premonitorios, reunidos como Last Poems. En ellos se percibe su
intensa preocupación hacia el futuro; fueron, así, los titulados ‘Future
Relationships’, ‘Future Religion’, ‘Future States’ y ‘Future War’. Miro allí del primero (D.
H. Lawrence, The Complete Poems of D. H.
Lawrence
, Collected and Edited by Vivian De Sola Pinto and F. Warren
Roberts,London:
Heinemann, 1964
, v. 2, p.611) el verso último, que enuncia su
previsión del destino de la Democracia en el porvenir. Dice:»But a
democracy of men, a democracy of touch» (Será una democracia humana, una democracia del tacto).

 

 

D.H. Lawrence (1885-1930)

 

Una democracia del tacto era para
Lawrence, desde
luego,
algo del todo diferente a una democracia en el futuro
digital, donde nuestras manos fueran un dispositivo periférico más para, en
retorno háptico, tocar –tacto
electrónico, infotacto, e-tacto, digital touch– algo –la Democracia– que
sólo existiera en un plano virtual. Yo confío que los desarrollos tecnológicos
en auge, capaces ya hoy de modificar virtualmente nuestro sentido del tacto al
pulsar en pantallas smart, nunca
desemboquen en esa ideología –la tecnología digital la tiene, sería ingenuo no
creerlo– de democracia poshumana.

El pronóstico apuntaba en otra dirección; era el suyo un punto de vista
poético concreto proyectado hacia perspectivas incluso alejadas de horizontes,
por entonces y todavía, demasiado previsibles y siempre deletéreos: es decir,
«no una democracia de la idea o del ideal, ni de la
propiedad, ni siquiera de la palpitación de la hermandad
«. Su
firmísima convicción –»
El
mundo se mueve, se mueve con calma, hacia una mayor democracia
«–
concernía a una democracia humana de
la compasión y la cercanía como
a
democracy of touch
.
Es decir, democracia compasiva –en la idea de la compassio latina, de lo que
nos toca
– y de acercamiento.
Lawrence,
pues, halló y propuso una afortunada
metáfora política con
ese recurso poético al tacto democrático como
modo de presentir, a través del tactus,
el future de la Democracia. Pero es también lo cierto que tal democracia
del tacto
no ha llegado, o no todavía. Ese
futuro democrático, creo, continúa aún postergado.

Nuestra Democracia, por ahora, ha demostrado carecer
de tacto en varios de los distintos sentidos de este sentido de la percepción;
tacto como prudente proceder en asuntos delicados, y también tacto como exploración,
con las yemas de los dedos, de una cavidad accesible. De tacto como prudencia
política, tan en falta, tantas veces; e igualmente y a menudo, de tacto en el
examen y la investigación de los recovecos de la Política, más cuando ésta no
es una superficie plana y meramente orgánica.

En España la Democracia ha sido, durante la mayor
parte de su existencia, una desviación del tacto en el contacto; una Democracia
pressing catch. Y, últimamente, visto
que el tacto se ha remangado hasta el codo, asimismo una democracia tacto de codo; o sea, de contacto como
el de los soldados en formación ‘correcta’ –memorable doctrina aquella sobre
cómo evitar no salir ‘en la foto’– al par de contacto como connivencia entre
unos cuantos para favorecer algo o favorecerse, las más de las ocasiones en
detrimento de muchos, incluso a costa de todos.

Lamentable que la Democracia española no tenga poetas
como
Lawrence, o más simplemente que esta Democracia nuestra no tenga poetas.

J.C.G.

 

 

Texto destinado a su publicación en diario SUR (Málaga).

Publicado en la ed. de 2 de junio, sección ‘Opinión’.

 

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