Memoria voluntaria: un zarzo con uvas y (presumiblemente) una mosca; o sea, Gaston Bachelard (1884-1962) y Juan Fernández ‘el Labrador’ (s. XVII)

 

 

Dos racimos de uvas colgando (1630-1644)

Juan Fernández el Labrador (activo en Madrid entre 1630 y 1636).

[Antes atribuido a Miguel de Pret (1595-1644)]

Museo del Prado (Madrid)

En una entrada
anterior –que titulé ‘Memoria involuntaria: té caliente y magdalenas; o sea,
Proust, Borges y Wells’– deliberaba sobre l
a revelación
involuntaria que surge con la impresión sensorial de
la magdalena de
Proust, precursora a su vez del Aleph borgeano y The
Time Machine.
Sostuve entonces que
la
revelación involuntaria que surge con la impresión
sensorial de la magdalena expresa el futuro; que la memoria
no se
conjuga en tiempo de pasado, sino en el de porvenir. La Memoria está siempre en
el Futuro y, pues, por hacer hacer memoria todavía.

Pero la Memoria es bulliciosa y traviesa, de
modo que se resiste a ser deliberada en diagramaciones de espacio/tiempo
definitivas. Las olvida.

Estas líneas mudan en parte las precedentes,
aunque no varían de sentido; al
menos, si entendido éste como alguna de las facultades de percepción de las
impresiones del mundo exterior que identificamos como sentidos. No innovan otro sentido,
porque persisten en el olfato. Té caliente y magdalenas, y ahora olor a uvas
evaporado en el secano, al interior de una despensa. Perfume de Memoria que exhala del interior de la alacena,
a su profundidad más íntima, más casera, más en lo hondo del domicilio en que
somos.

El texto lo encuentro, por accidente, leyendo
a Bachelard.

Dice:
                                                            

Yo sólo, en mis recuerdos de otro siglo,
puedo abrir la alacena profunda que conserva todavía, para mi solo, el aroma
único, el olor de las uvas que se secan sobre el zarzo. ¡El olor de las uvas!
Olor límite; para percibirlo hay que imaginar muy a fondo!

[Gaston
Bachelard, La poética del espacio
(1957), Ciudad de México: FCE, 1994, p. 44].

 

Gaston Bachelard (1884-1962). Photo Claudon

La Memoria, pues, en la
frontera de un aroma. Memoria sutil, volátil. Memoria colgada del zarzo, de
un sequero; memoria enjugada, pero no reseca. Queda la fragancia, y permanece,
y es bastante. Basta aspirar en ella.

Así la Memoria es
una inspiración, es el sentido aspirante, es un anhelo respirable.

La Memoria –obra de arte del tiempo y la imaginación– como ‘Naturaleza muerte’ con frutas e insectos.

La Memoria, en fin, es dos racimos de uvas, y también una mosca.

J.C.G.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

Related stories