La vocación
jurisdiccional de literatura latinoamericana
José Calvo González*
La Literatura no es inocua; nunca
lo es. La literatura nos convoca a lo que está allende los libros. También más
allá de los libros de Derecho y los códigos de leyes.[1] En
ese más allá se proyecta, a menudo, la línea que, por dilatación contrahistórica,
constituye al antihéroe en guardián de los fracasos que aguardan ser triunfo
del Derecho. Esto incluye una acepción extratemporal –y deshubicada también en
el espacio– de la Literatura; ésta como contigua a la Vida, pero igualmente
como alternativa a ella. Allí se instalan imaginaciones jurídicas, otros mundos
de ficción desde los que otro Derecho excita la construcción social del
porvenir.
Durante un importante período la
creación literaria en Latinoamericana desplegó esas alternativas; el grado de
exposición fue variable, es cierto. Hubo quien se expuso hasta el punto de
poner en grave riesgo su tranquilidad personal y familiar, y aun la propia
existencia. Del coste de tales compromisos vitales no faltan ejemplos. Recuerdo,
por su actual aniversario, a Rodolfo Walsh (1927-1977), y la memoria atroz de Operación
Masacre (1957)[2] o su Carta abierta de
un escritor a la Junta Militar del 24 de marzo de 1977, que acabó por
‘desaparecerle’; ufanos, los militares confiaban en que arrojando un cuerpo a
la tiniebla, ésta se tragaba también la anatomía del alma.
Rodolfo Walsh, Operación masacre, Buenos Aires, Ediciones Sigla, 1957 (1ª ed.)
Con recordación que no depende de
la agenda de efemérides me gustaría evocar otra muestra; es Incidente em
Antares (1971),[3] de Erico Verissimo
(1905-1975). No es aquí el periodismo jurídico-literario, con calidades
narrativas de excepción como en el ejemplo anterior, sino una excepcional
novela donde la realidad se hace mágica y –como en el realismo mágico de todo
el subcontinente americano– asimismo metafórica en su tópica y crónica. Verissimo
acude a ‘muertos-vivientes’, siete forzosos disidentes del ataúd por huelga de
enterradores, que regresan de la muerte para reivindicar su derecho a la
sepultura. Y son esos sucumbidos de la vida quienes dan lugar al ‘incidente’:
convocan en asamblea, en hora del mediodía de la sexta-feria un 13 de diciembre
de 1963, a la entera ciudad de Antares para revelar todas las verdades que
ellos conocen, para declararla y hacerla pública. Porque la muerte les hace
inmunes al desvelamiento de los crímenes, del nepotismo y las arbitrariedades
de la autoridad, de las corruptelas y la cleptomanía de políticos, de las
inmoralidades de prebostes y los poderosos…, sin ningún temor a posible
represalia, sin prevención o cautela a la amenaza o la venganza, enteramente
libres, porque ya todos ellos están muertos.
Erico Verissimo, Incidente em Antares, Porto Alegre: Globo, 1971 (1ª ed.)
La simbología es verdaderamente terrible;
la muerte –el antihéroe de la vida–libera y te hace libre, autónomo,
independiente, soberano. Muerte que emancipa, que rompe el sello de entrada a la
Verdad. Muertos que hablan a los vivos, que desde el trastiempo de la
vida, otorgan sentido a la Justicia al margen de pactos de oportunidad,
inclusive de consensos –metodológicos, o simplemente estratégicos– y de
eventuales transacciones lingüísticas –eufemismos– con el genuino nombre de las
cosas. Un incidente, un episodio fantástico en la realidad establecida –en lo que
es como debe ser y como es ha de seguir tal es, por así debe
ser– y, no obstante, capaz de implantar la realidad de lo fantástico; esto
es, el peligro de que la realidad sea lo que debe ser, pese a que no haya sido,
o aún no sea. Por eso, a los de toda la vida, que dondequiera siempre son los mismos,
les convendrá que esa insólita contingencia y su imaginario alternativo, que
ese incidente –que es, propiamente, el incidente en Antares; o sea, un territorio
de ficción en cualquier lugar de la frontera de Brasil con Argentina durante la
Dictadura militar entre 1960-1970– no llegue a generar otras incidencias, no
vaya más allá, no de un-paso-de-más: el paso más allá. Entonces, los
“grandes” de la ciudad, los ciudadanos de pro, el Establishment, los
prohombres de la res publica, idean y patrocinan la ‘Operação
Borracha’ con el fin de borrar –de eliminar–la conciencia de los antarenses,
resueltos a que éstos olviden las historias de los muertos vivientes,
manteniéndoles ebrios mediante el eficaz brebaje de la desinformación y la desmemoria.
Esa rectificación del irreal extratemporal y espacial en un real histórico
corregido y aumentado se llamó Operação Limpeza (Ato Institucional n. 1,
abril 1964);[4] es decir, el comienzo de
un lúgubre capítulo en la existencia histórica del Brasil, que tantos sepulcros
blanqueados sembró por largo período y a lo ancho de su geografía; así, pues,
una realidad mucho más macabra que la ‘imaginaria’ historia de muertos-vivientes
quienes, al final, regresan al cementerio. Pero, ¿es toda ficción pasado como
no-lugar? ¿No es también el futuro un no-lugar?
De La paz de los sepulcros[5] trata
la novela homónima de Jorge Volpi (1968-), escrita en 1994 y asumida por
el autor como una “suerte de expiación narrativa” de su experiencia de dos años
en la
Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal y en la Procuraduría
General de la Republica.
Jorge Volpi, La paz de los sepulcros, Barcelona: Seix Brral, 2007
En ella se narra un México atemporal,
constituido formalmente enrégimen democrático, pero profundamente atascado en los
lodos de la corrupción política y la violencia más cruel ejercida a diario por
el crimen organizado–cárteles de la droga–y
también la policía y los grupos paraestatales. Sin embargo, su índole policial
desborda mi propósito, porque igualmente exigiría ineludibles referencias a las
obras de los argentinos Juan José Saer (1937-2005) y Ricardo Piglia
(1940-2017), de tan fundamental inscripción en la deriva del realismo mágico
al crítico, sin oportunidad aquí y ahora para prodigarme en ello como
debiera.[6]
Para enderezar la desembocadura de estas páginas sólo al movimiento literario
de mediados y último tercio del s. XX asimismo podría recurrir, naturalmente, a
Crónica de una muerte anunciada (1981),[7]
de Gabriel García Márquez (1927-2014), lo que no obstante también excuso,
tratando de evitar alejarme en su trama ‘policiaca’–traspuesta
a temas como la reposición del honor familiar y la omisión, o bien la impotencia,
popular–de mi
meta principal.
Gabriel García Márquez, Crónica
de una muerte anunciada, Bogotá: La Oveja Negra, 1981
Porque lo que deseo exponer y concluir es algo
más determinado que las tremendas y trágicas disyuntivas entre lo privado y lo
público, aunque de ellas muy bien cupiera hacer extrapolaciones a un orden
jurídico-público nuevo, alternativo al rancio régimen iusprivatista, en lo que
la muerte de Santiago Nasar, el héroe caído, supone de inmolación para el
nacimiento de otro Derecho.
Es, pues, a esa concreta ascendencia donde
apunta el deseo de mi reconstrucción genealógica. Al Derecho con voluntad de Derecho
póstumo, pero todavía non nato, incluso no siempre nacido, porque a
veces–tantas veces–tampoco
llegó a nacer ni aún con posterioridad a la muerte de su progenitor. Pero que
fue siempre un otro Derecho en el vientre gestante de la narrativa de
Latinoamérica.
Y en ese testimonio de ataúdes vacíos enterrados
en tumbas impalpables que fue la novela latinoamericana me parece que ella misma
emerge examinada ahora de las raíces de la moral del fracaso que inspira la
psicología de sus antihéroes, todos en las antípodas del héroe clásico; hombres
distantes y tan distintos del superhéroe, su contraparte. Fue aquélla una
inusual narrativa que conoció el desengaño, la facticidad del quebranto,
la pérdida y el descalabro, novela de los que nunca ganan, de los que seguro
serían derrotados, pero que nosucumbieronal desmayo de la esperanza. Es por eso necesario volver interrogarse
ahora, precisamente ahora, acerca esta singular naturaleza de la novela
latinoamericana.
A mi entender su identidad
presenta un rasgo inconfundiblemente quijotesco que ha de ser interpretado
en toda su dimensión. Si evidente que el
Quijote es un antihéroe, no siempre lo suficienteque Quijote, a sabiendas de queel bien con
mal se paga –porque bien entendido tiene, en efecto, que la
buena obra para en mal pago–nunca flaquea y, al contrario, batalla y persiste. Como batalló y
persistió la novela
latinoamericana en su afán de otro Derecho, otro imaginario jurídico.
Quijote prosigue su aventura sin rendirse a la esperanza; resistente a la tentadora
apostasía de su empresa, en todo firme e irrenunciable, por más que al encuentro
de fuerzas muy superiores –la realidad desafiante– muchas veces cayera vencido,
pero ninguna afligido de su oficio, que era ‘desfacer fuerzas’, que son siempre
los maltratos e injusticias, y enderezar tuertos y socorrer a oprimidos y
miserables. Ese officium, a fuer de jurídico, es también, a espera
contenida, jurisdiccional. Quijote es el libro de la jurisdicción a espera
contenida del triunfo de otro Derecho, no de aquel tal que es, sí
del que debe ser. Entonces, la raigambre quijotesca de la novela latinoamericana
no sólo hace que nazca y germine en la moral del fracaso, sino que florezcainsumisa
al abandono, defensiva del Derecho en espera contenida –que no otra cosa
es la esperanza–, esperanzada en ese otro Derecho que pertenece a la
Vida –»La
esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose», escribió Julio Cortázar
(1914-1984) en Rayuela (1963)–[8]y custodia del ajustamiento con esa vida
potencial por encima de toda dificultad y de su mucha demora, para defender
su potencialidad, su posibilidad–lo
posible no dentro de lo posible, el posibilismo meto, sino lo posible en bruto,
lo posible como del todo posible–de ser
o existir en el futuro, sin claudicación. Y fue por esa vía que lanovela
latinoamericana asumó así–quiero creer–identidad de ultima spesen el
triunfo de otro Derecho.
Desde esta clave de interpretación panorámica también se comprende, en mi
opinión, el subgénero latinoamericano de lanovela del dictador.[9] Con ella–y a partir de Tirano Banderas
(1926), del español Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936)–he leídoElSeñor Presidente (1946), de Miguel
Ángel Asturias (1899-1974), Yo, el Supremo (1974), de Augusto Roa Bastos
(1917-2005), la figura del ‘Primer magistrado’ en El recurso del método (1974),
de Alejo Carpentier (1914-1982), El otoño del patriarca (1975) y El General
en su laberinto (1989), ambas de García Márquez, Maten al león
(1975), de Jorge Ibargüengoitia (1928-1983), o Conversación en la Catedral
(1969), de Mario Vargas Llosa (1936-), e igualmente La Fiesta del Chivo
(2000), su más reciente novela. Y desde ella pienso que, con visión de
conjunto, se alcanzan a entender también, además de las temáticas comprendidas
en la tragedia del autoritarismo, otrosasuntos no menores como el
desplome de los Derechos Humanos y el apogeo del Terrorismo de Estado, o los
relacionados con trauma, duelo y memoria, que la novela latinoamericana abordó
durante el período histórico de la Dictadura pinochetista,[10] el peronismo[11] y ‘El
Proceso’ las Juntas cívico-militares en Argentina,[12] el
régimen militar en Brasil,[13] y aún
antes con referencia al Ochenio(1950-1956) del General Manuel Odríaen
Perú, novela latinoamericana ligada aquí a la corriente narrativa del neo-indigenismo.
Este es el caso, emblemático a mi
parecer, de Redoble por Rancas (1970),[14] escrita
por Manuel Scorza Torres (1928-1983), y su primera novela, crónica narrativa
del mundo rural andino, con la que había llegado a finalista del Premio Planeta
en la convocatoria del año anterior.
Manuel Scorza, Redoble por Rancas,
Barcelona: Planeta, 1970
EnRedoble por Rancas cuenta Scorza la vida –la esperanza como
espera en suspenso– de los habitantes de Rancas (Cerro de Pasco), entre los
años 1950 y 1962. Relata existencia pasible, el sufrimiento, de una comunidad
de campesinos a quienes, con la protección de las fuerzas vivas locales –el
juez de Yanahuanca, un hacendado propietario de ‘El Estribo’, don Migdonio de
la Torre, que compartía el mano a mano de sus partidas de póker,[15] y el
párroco– y el efizac apoyo de la Benemérita Guardia civil, una empresa minera
norteamericana –Cerro de Pasco Corporation– cerca con alambre de
púas las tierras libres, degüella sus ganados y les expulsa de sus casas. Y si,
ciertamente, todo lo perderán cuando al fin sean masacrados (2 de mayo de
1960). Verdad es que ninguno de aquellos ranqueros había actuado desde el
principio a la desesperada, pero tampoco, después, cuajados en una espera
pasmada. Un día llegó que se buscaron y se encontraron y reconocieron en su
identidad, y entre ellos surgieron líderes campesinos, como Héctor Chacón, que no se dejó intimidar por una derrota más que
anunciada, a sabiendas del fracaso fijado y seguro, del queluego muchos
terminaron presos y el resto muerto, porque la rebelión fue apastada, sin
justicia ni clemencia alguna. Así, el redoble por Rancas, basada en hechos
reales, muto hasta evolucionar en el simbólico redoble por toda América.
No obstante, esta novela –»épica
de la iniquidad» la ha llamado el jurista e historiador Ramos Núñez–[16]tuvo trastiempo. Scorza lo señalaría de
este modo:»Para mí, los libros son un recurso de apelación. Cuando en América Latina
se pierden todas las instancias–por ejemplo, cuando en un combate humano un Gobierno masacra a todo un pueblo–, entonces queda la posibilidad de escribir un libro, y el libro reabre el
debate. La rebelión de los comuneros de Cerro de Pasco–una de los miles de rebeliones que recorren clandestinamente nuestra
historia continental–hubiera desaparecido en el
olvido.»[17]Porque, en efecto, Redoble por Rancas, reabrió el debate al punto
incluso de que el propio presidente, general Juan Velasco Alvarado, decretó la
libertad de Héctor Chacón, el Nictálope (28 de julio 1971), que penaba ya
para once años en prisión en una Colonia Penitenciaria amazónica. Y todavía
más, en 1975, cuando derrocado Velasco Alvarado por el general Francisco
Morales Bermúdez, sucedió algo no menos simbólico; porque hubo nuevo redoble
con tamborileo cuya repercusión fue la continuidad de los proyectos de reforma
agraria en Perú, anunciada precisamente en Rancas. Estas circunstancias están
incorporadas al ‘Epílogo: 1983’.[18]
Allí también las del secuestro y ajusticiamiento ese año, por comandos de Sendero
Luminoso, de Pepita Montenegro, esposa del temido juez de Primera Instancia Francisco
Montenegro, que en lugar aparte del no-lugar de la ficción, se llamaban
Francisco Madrid y Alcira Benavides de Madrid.
La Literatura raramente essincrónica a la Política, pero corre a su
encuentro y a menudo la supera. En una entrevista para el programa televisivo A
fondo (Televisión Española) realizada por Joaquín Soler Serrano en junio de
1977 a Manuel Scorza, éste precisaba: «Latinoamérica
encontró un modelo político propio en la literatura (…) Yo he sostenido siempre
un poco polémicamente, y quiero publicar sobre esto un ensayo, que el verdadero
territorio liberado de la América Latina, que el primer territorio liberado es
su Literatura. La Literatura de América Latina tiene ya una voz propia, tiene
modelos que la política no ha dado, por ejemplo, no hay equivalentes políticos
de Cien años de soledad, de Paradiso, de Pedro Páramo, de los
libros de Sábato ni de los de Borges.»[19]
Más
adelante añade: «Si la Literatura americana es tan rica en la
imaginación es porque no hemos podido realizarnos en la realidad Porque
tratamos de sonar que es posible lo que ha sido imposible 3:00:-3:12…. Y es por
esa razón que en algunos instantes en que la política hace posible las cosas la
Literatura desaparece un poco. La Literatura es un poco el anuncio de las
grandes apocalipsis.»[20]
Scorza se
consideraba un poeta y creía que la novela debía ser poética. La poéticaliterariadeRedoble por Rancas, de la narrativa latinoamericana–y lo expresó con lucidez en la
rúbrica final de su diálogo de 1977–tiene vocación jurisdiccional:
Scorza:»(…) la novela es una
máquina de soñar….Pero en América Latina la novela para nosotros es así como un
gran Tribunal, el Tribunal Supremo donde se plantean lo que yo llamaría las
causas perdidas… Y en América cuando las causas se pierden uno puede apelar a
la Literatura. Y justamente nuestra literatura, la Literatura Hispanoamericana
es el gran tribunal de apelación donde se juzga lo que pasa en América Latina.
Lo que puede juzgarse en los países se juzga allá ya a través de los libros, se
reabre el expediente, no muere (…) Los escritores le damos tanta importancia a
nuestra Literatura, porque es ética, tiene un fundamento ético.
Soler: Es la
última instancia.
Scorza: Es
lo que yo pienso: es la última instancia.»[21]
Los mundos de la ficción
literaria son lugares del no-lugar desde donde es éticamente necesario pensar la
relación con lo que está fuera de la Literatura, con el Mundo, donde también
está la Justicia. La Justicia es de este Mundo. En este sentido, creo que la
ficción narrativa latinoamericana ha sido el mirador literario a otro
Derecho en el que excitar la construcción jurídico-social del porvenir de
sus Hombres y sus Pueblos.
La Literatura no es inocua; nunca
lo ha sido. Junto a la escritura literaria está igualmente su lectura. Leer también
concierne e impele a una vocación jurisdiccional por la Justicia como ultima
spes. Esa ha de ser, a la hora de imaginar otro Derecho –al igual
que hicieran los escritores del ‘boom’ de la novela latinoamericana–, nuestra
ética de juristas que leen obras literarias. De lo contrario, bastará con los libros
de Derecho y los códigos de leyes.
* José Calvo González. Catedrático de Filosofía del Derecho na Facultad de Derecho da
Universidad de Málaga (España). © 2017.
Publicado en Emporio do Direito (Brasil), 01/09, 00h00.
Accesible en: http://emporiododireito.com.br/la-vocacion-jurisdiccional-de-literatura-latinoamericana-por-jose-calvo-gonzalez/
Asimismo en Legis.pePasión por el Derecho(Lima. Perú). Sección Humanidades,
Accesible en: http://legis.pe/la-vocacion-jurisdiccional-la-literatura-latinoamericana/
[1] En mi
trabajo «Honor, Venganza y
Sacrificio en Othello como grandioso
tinglado de embelecos y añagazas», en O
julgamento de Otelo, o mouro de Veneza. Direito e Literatura Edição comemorativa Shakespeare 400 anos, Angela dos Prazeres e Liana de Camargo Leão (Orgs.), Trindade.
Florianópolis: Emporio do Direito, 2017, pp. 25-45.
[2] Rodolfo Walsh, Operación masacre:
un proceso que no ha sido clausurado, Buenos Aires: Ediciones Sigla, 1957,
164 pp. Operación masacre y el Expediente Livraga: con la prueba
judicial que conmovió al país, Buenos Aires: Continental Service, 1964 (2ª
ed.).
[3] Erico Verissimo, Incidente em Antares,
Porto Alegre: Globo, 1971, 485 pp.
[4] Véase Márcia Ivana de Lima e Silva,
A génese de ‘Incidente em Antares’, Porto Alegre, EDIPUCRS, 2000, p.
156.
[5] Jorge
Volpi, La paz de los sepulcros, México: Seix Barral Grupo Editorial
Planeta, 2007, 167 pp. Ultima red. en México, Ciudad de México : Debolsillo /
Penguin Random House Grupo Editorial, 2017 y en España, Barcelonba: Editorial
Alrevés, 2013.
[6] No
quiero, sin embargo, dejar sin referir La pregunta de sus ojos
(2005), novela de Eduardo Sacheri (1967-).
Véase al respecto el trabajo de Felipe Fucito «La
pregunta de sus ojos: una concepción del imaginario jurídico«, Studi ispanici XXXIX (2014) [Monográfico ‘Derecho y
Literatura hispánica’, José Calvo González (coord.)], pp. 265-284.
[7] Gabriel García Márquez, Crónica de una
muerte anunciada, Bogotá: La Oveja Negra, 1981, 156 pp.
[8] «Probablemente de todos los sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose «. Cf. Julio Cortázar, Rayuela, en Obras completas, Saúl Yurkievich (dir.) con la colaboración de Gladis Anchieri, Madrid: Galaxia Gutemberg, v. 3 (Novelas II), 2004, cap. XXVIII, p. 220. .
[9] Sobre
éste véanse los tempranos análisis de recogidos en Caudillos,
caciques et dictateurs dans le roman hispano-americain, Paul Verdevoye (coord.), Paris: Éditions hispaniques,
1978 y el excepcional trabajo de Roberto
González Echevarría, The
Voice of the Masters: Writing and Authority in Modern Latin American Literature.
Austin, Texas: University of Texas Press, 1988. De éste existe trad. española, del propio A., La
voz de los maestros: escritura y autoridad en la literatura latinoamericana
moderna, Madrid: Verbum, 2001.
[10] Así,
comenzando por la alegoría de la Dictadura de José Donoso (1924-1996) en Casa
de campo, Barcelona: Seix Barral, 1978, para proseguir en la prolongada
transición y con la postdictadura, como desde la herida estética de Diamela
Eltit (1949-) en Lumpérica, Santiago: Ornitorringo, 1983, el realismo
social de Alberto Fuguet (1964-) en Mala onda, Barcelona/Santiago:
Planeta, 1991, y a través de Roberto Bolaño (1953-2003) en Estrella distante,
Barcelona: Anagrama, 1996 o Nocturno de Chile, Barcelona: Anagrama, 2000
y la novela documental de Diego Armario (1945-), El honor de los muertos,
Málaga: Última línea, 2016, jamba narrativa entre la dictadura franquista en
España y la del general Pinochet en Chile, Véase asimismo el estudio de Mario Lillo Cabezas, Silencio, trauma y esperanza: Novelas
chilenas de dictadura, 1977-2010, Santiago, Ediciones UC, 2013.
[11] Así
el cuento de Jorge Luis Borges (1899-1986) y Adolfo Bioy Casares (1914-1999),
bajo seudónimo de H. Bustos Domecq, ‘La fiesta del monstruo’ (c. 1947), que
circuló en manuscrito hasta ser publicado en Nuevos cuentos de Bustos Domecq,
Buenos Aires: Ediciones Librería La Ciudad, 1977, ahora recogido en Jorge Luis Borges. Obras
completas en colaboración (con Adolfo Bioy Casares). Buenos Aires: Emecé, 1979, pp. 392-402. Véase
también María Eugenia Orce de Roig, «La fiesta
del monstruo de ‘Biorges’: un cuento diferente «, Revista de Literaturas
Modernas (Mendoza. Argentina), 29 (1999), pp. 233-248.
[12] El
llamado ‘Proceso de Reorganización Nacional’ (1976-1983), «el
Proceso»: «ese largo cementerio que fue la dictadura militar
autodenominada ‘el Proceso’», cf. Juan José Saer [1999], en Ricardo
Piglia, Por un relato futuro. Conversaciones con Juan José Saer, ed. y
pról.. de Patricia Somoza, Barcelona; Anagrama, 2015, p. 95.
[13]
Además de la obra de Verissimo más arriba explorada han de mencionarse las
novelas de Ivan Ângelo (1936-), A Festa, São
Paulo: Summus Editora, 1976 y Renato Tapajós (1943-), Em cámara lenta, São Paulo: Editora Alpha-Omega, !979. Desde la postdictadura y en recuperación de la memoria las novelas, aún recientes, de Eduardo Reina (1963-), Depois da Rua
Tutoia, Jaú, São Paulo:
11 Editora, 2016, sobre secuestros de bebés, de Ivone C. Benedetti (1947-), Cabo
de Guerra, São Paulo:
Boitempo, 2016, sobre las formación de los ‘cachorros’ para las operaciones de
represión, y, por supuesto, Bernardo Kucinski (1937-) con K: relato em busca
y Os visitantes, ambas São Paulo: Companhia das Letras, 2016. Véanse también Tania Pellegrino, Gavetas vazias. Ficção e política nos anos 1970. São Carlos/São Paulo: EDUFSCAR/Mercado de Letras, 1996 y Jaime Ginzburg, «A ditadura militar e a literatura brasileira: tragicidade, sinistro e impasse» en Desarquivando a Ditadura. Memoria e Justiça no Brasil, Cecilia Macdowell Santos et al. (orgs.), São Paulo: Hicitec, 2009, c. 2, pp. 557-568.
[14] Manuel Scorza, Redoble por Rancas, Barcelona: Planeta,
1970, 293 pp. La obra es primera entrega
(‘Balada I. Lo que sucedió diez años antes que el
coronel Maruecos fundara el segundo cementerio de Chinche’) de la serie
‘La guerra silenciosa’ que con posteridad integraron Historia de Garabombo
(Barcelona: Planeta, 1972), El jinete insomne (Caracas: Monte Ávila
editores, 1977), Cantar de Agapito Robles (Caracas: Monte Ávila
editores, 1977) y La tumba del relámpago (México: Siglo XXI editores,
1979). Otras eds. de Redoble…, en España (Barcelona: Plaza & Janés,
1983 y Madrid: Cátedra, 2002 y 2006), Argentina (Buenos aires: Planeta, 1975),
Venezuela (Caracas: Monte Ávila editores, 1977), Cuba (La Habana: Arte y
Literatura, 1985), Perú (Lima: Peisa, 1996). Recogida asimismo en Manuel
Scorza, Obras completas, México: Siglo XXI editores, 2014, v. II.
[15] Émulo
destacado del ‘dado judicial’ del rabeliano juez Bridoye (François
Rabelais , Pantagruel,
Libro Segundo [1521], en Id., Gargantúa y
Pantagruel,
El Ateneo, Buenos Aires, 1956, p. 501) del reparto de naipes y qué
suertes le llegaban iban parejas las cartas de libertad o condena de los reos.
Véase Manuel Scorza, Redoble por Rancas, en Obras completas,
cit., v. II, pp. 128-129.
[16] Carlos
Ramos Núñez, La pluma y la ley: abogados y jueces en la
narrativa peruana, Lima: Universidad de Lima. Fondo Editorial, 2007, pp.
202-208. Ramos Núñez repasa asimismo otras figuras
judiciales presenten en obras de Scorza como El jinete insomne
y La tumba del relámpago.
[17] Véase Manuel Osorio, «Conversación con Manuel Scorza: ‘Desde sus orígenes, toda la literatura hispanoamericana es mítica«, diario El País (Madrid. España), ed. de 15 de julio de 1979. Cit. en Juan González Soto, «El tiempo del mito en Redoble por Rancas, de Manuel Scorza«, Boletín americanista 46 (1996), pp. 161-182, en esp. p. 162.
[18] Véase Manuel
Scorza, Redoble por Rancas, en Obras completas, cit., v. II, pp.
235-236.
[19] Manuel Scorza, entrevista A
fondo, 1977 4/5: https://www.youtube.com/watch?v=r_B9oQfTZZ0 (3:39-4:06)
[20] Manuel Scorza, entrevista A fondo, 1977 5/5: https://www.youtube.com/watch?v=iVgZNZa81WE
(3:14-3:25)
[21] Manuel Scorza, entrevistado por Joaquín Soler,_1977 2_5: https://www.youtube.com/watch?v=iVgZNZa81WE (8:14- 9:30)