REFLEXIÓN (trans-analítica) SOBRE EL PREMIO NOBEL DE LITERATURA A BOB DYLAN

 

Michael McClure, Bob-Dylan y Allen-Ginsberg. San Francisco1965. Foto de Larry Keenan

 

Mi reflexión está concernida por la actualidad de los ‘premios’ Nobel, y limitada al espacio que este medio permite.
En primer lugar, ya he manifestado mi contento por la concesión, justificada en su lírica. Nadie pone en duda la naturaleza literarias de los trovadores históricos. Nadie cuestiona que la poesía -en cualquiera de sus ‘frecuencias’- tiene en la musicalidad uno de sus rasgos identificadores. ¿Dónde está, pues, el problema ahora?.
Seguidamente, creo que el reconocimiento a Dylan puede ser razonablemente explicado en su condición de miembro de la ‘Generación Beat’, donde sus temas musicales son la banda sonora de las itinerancias de Jack Kerouac, donde sus compromisos esteticos se espejan (y viceversa) en los políticos de Allen Ginsberg, donde ‘lo que está en el aire’ es igualmente psicotropismo de un ‘desayuno al denudo’ en William Burroughs, etc…
Dicho lo anterior y visto el marginal ‘reconocimiento’ de aquella generación, el que ahora se da a uno de sus miembros -pocos supervivientes han quedado- me parece literariamente justificable. Entones, ¿dónde está ahora el problema?.
El problema -dejando completamente de lado envidias, egos intratables necesitados de un tratamiento de shock, ‘clers’ orgánicos que por un momento (este de hoy) abandonan la impostura de su estado gaseoso, y orgasmos de club de onanistas adolescentes pendientes de una intervención de fimosis- está en LOS PREMIOS NOBEL.
¿En qué parte de LOS PREMIOS NOBEL?.
¡Ah, claro!; aclaro. La parte que afecta al rumbo. En realidad, el problema estuvo ya en la primera singladura. Recordaremos que en 1901 se concedió al poeta ‘lírico’ francés Sully Prudhomme evitando el reconocimiento de los méritos ‘que asistían’ a Tolstói. Esa deriva ‘nautica’ se ha corregido con posterioridad, aunque sólo en una parte de la parte del problema de LOS PREMIOS NOBEL.
Lo que no se ha enmendado es -a la vista de algunas concesiones muy recientes- es la parte ‘transanalítica’ -quizá ético-política- de parte de LOS PREMIOS NOBEL. Así, por ejemplo, la concesión del Nobel de la Paz a Kissinger, a Obana o el que ha llegado la semana pasada a manos del Presidente colombiano.
Pero el problema del Nobel de la Paz no es el de Literatura -me dirán. Y llevan razón, si bien solo en parte; concretamente en la parte que no es problema.
El problema parte de otra parte, o acaso sea que el problema llega a otra parte, y esa en buena parte es la parte de mayor problema de LOS PREMIOS NOBEL.
Esa parte aparte es la parte ético-política, o incluso meta-ética del problema de LOS PREMIOS NOBEL, y del otorgado a Bob Dylan tal vez también. Porque puede estar poniendo de manifiesto una tendencia no tanto al reconocimiento sino al ‘des-reconocimiento’ de situaciones de conflicto en las sociedades contemporáneas. Con Bob Dylan podría estar dándose ‘el caso’ de un intento -‘buen propósito’- de ‘des-reconocimiento’ a la sombría -más aún, tétrica- figura de Trump.
Esa tendencia es legítima. No obstante, vistos los antecedentes de ‘nobelados’ como Kissinger, Obama o Santos, yo no arrendaría las ganancias al pronóstico sueco. Y miraría con detalle la parte en que LOS PREMIOS NOBEL hace aguas y escoran peligrosamente el barco en que (como poco un poco) vamos todos.
Esto me molesta doblemente. Uno, por el posible -todavía confío que no probable- error que pudieran haber cometido. Y otro, por el seguro acierto que creo han conseguido con el otorgamiento a Dylan, y que se malograría.
Saludos para amigos, e igualmente ‘enemistades’ que no tengan quien les salude.
 

J.C.G

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