La auténtica política de Kafka, sin embargo, su paso de lo real a
lo hiperreal, se encuentran en lugar más profundo. Es, en un sentido literal,
un profeta. Un caso al que el vocabulario de la crítica moderna, con su
presunción profana y cautelosa, tiene difícil acceso. Pues el hecho clave al respecto
es la posesión de una premonición espantosa, el haber visto hasta la
meticulosidad la amalgama del horror. El
proceso exhibe el modelo clásico del estado de terror. Prefigura el sadismo
furtivo y la histeria que el totalitarismo desliza en la vida privada y sexual,
el hastío sin rostro de los asesinos. Desde que Kafka se puso a escribir, la
llamada nocturna ha sonado en puertas sin número y el nombre de aquellos que
son arrastrados para morir “como un perro» es legión. Kafka profetiza la
forma contemporánea de aquel desastre del humanismo occidental que Nietzsche y
Kierkegaard habían contemplado como una incierta mancha negra en el horizonte…
No menos que los profetas, que se quejaban del peso de la revelación, Kafka fue
perseguido por las intimidaciones específicas de lo inhumano
George Steiner,«K»(1963), en Id.,Lenguaje y silencio. Ensayos
sobre literatura, el lenguaje y lo inhumano.Barcelona, Gedisa, 2003,
pp. 160-170, en esp. p. 163-164 y 164-165