He pasado esta mañana por la Plaza de la Constitución de Málaga. Tenía curiosidad en ver quiénes celebrarían este año la festividad en que se conmemora la Constitución española de 1978, y oír los discursos.
Sobre un podio la banda, guardia de honor emplumada, transeúntes y representantes de partidos políticos. De fondo, adornos navideños colgados de balcones y alumbrado. Ha sido tal vez por eso que orador del día -una representante del PSOE de Andalucía, María Gámez, concejal del Ayuntamiento de la ciudad- ha limitado el ornamento a espumillón. Este tipo de aderezo resulta tan económico como generoso en el brillo artificial. Cierto que el discurso tenía su peligro; el más mínimo acto fallido de la voluntad lo hubiera virado al género funerario, equivalente del derogatorio. Pero, al fin, quedó digno, y de acuerdo a lo en vigor, aunque brevemente aplaudido. El público, tímido en el entusiasmo, no reclamó un bis. Las maniobras de disolución fueron ordenadas y, en general, sencillas.
Recordé entonces un texto, y de regreso a mi domicilio busqué el modo de localizarlo. Compruebo que perteneció al socialista francés Paul Lafarge (1842-1911), y se escribió en 1881, también en fechas navideñas. Dice:
Il y a autant d’autonomies que
d’omelettes et de morales: omelette aux confitures, morale religieuse;
omelette aux fines herbes, morale aristocratique; omelette au lard, morale
commerciale; omelette soufflée, morale radicale ou indépendante, etc.
L’Autonomie, pas plus que la Liberté, la Justice, n’est un principe éternel,
toujours identique à lui-même; mais un phénomène historique variable suivant
les milieux où il se manifeste.
Paul Lafarge, ‘L’autonomie’, en L’Egalité, organe du Parti Ouvrier Français, 25 décembre 1881.
El asunto está de actualidad. Cocinar una buena tortilla en absoluto es algo fácil, ni al alcance de cualquiera. Tiene su arte, no crean; o sea, créanme. Y la española, además, con tantas variedades: de chorizo, de jamón, de calabacín, de espinacas, de pimientos rojos, de habas (o catalana) … La reforma constitucional de la «tortilla autonómica» es complicada; ha de ser diferentemente sabrosa para todo paladar. Pero ni aun esa idea regulativa basta. La arquitectura constitucional de la «tortilla autonómica» es una construcción jurídico-gastronómica compleja.
Sin duda alguna, y antes que nada, será imprescindible un buen zumo de aceite andaluz; oliva virgen extra, naturalmente. Luego, todo lo demás, comenzando por huevos frescos, nuevos.
El riesgo está, siempre, en ser desordenado y ir a lo último; el dorado. Algunos se precipitan; todo a su tiempo y con higiene democrática. También vigilar de cerca que no se pegue, ni se queme.
J.C.G.
P.S.: Sobre ‘moral política’ y sus modalidades de cocción, mejor para otro día.