La sabiduría sanchina y las muelas de Bentham. El Panopticon era un molino.

En El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605), Primera Parte, Cap. VIII (Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación) puso Miguel de Cervantes el esclarecimiento en boca de Sancho mediante consejo donde admoniza al Caballero para que se procure del buen juicio y considere y evite una acción que, por arremolinado desvarío de razones, podía traerle la desventura a dar con los huesos en tierra.

Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.



Miguel de Cervantes Saavedra, El Quijote de la juventud,extractos seleccionados porDomingo López Sarmiento (1811-1888), ed. ilustrada por Jean Baptiste Jules David (1802-1892), Paris, 1888.

La invención de Jeremy Bentham (1748-1832) se ayuntó con otros gigantes para formar el Panopticon, grande penitenciaría donde instaló muelas de extraordinaria dureza.

En carta de 1 de abril de 1790 al girondino Jacques Pierre Brissot de Warville (1754-1793), que era por entonces (1791) miembro de la Asamblea legislativa francesa y todavía no había perdido la cabeza del lugar donde iba colocada, lo que sucedió tres años después, Bentham concibe la arquitectura del grande edificio para reclusión y correccional describiéndola con el símil de “it is a mill for grinding rouges honest, ad idle men industrious” (Works of Jeremy Bentham Memoirs of Bentham; Including Autobiographical Conversations And Correspondence. Chap. I. – XXII, John Bowring ed., William Tait, Edinburgh, 1843, vol. X, p. 226). Como «un molino para triturar picaros en honestos y hombres ociosos en industriosos». No obstante, la faena revolucionaria en París se ahorró de la reclusión y permanente vigilancia prefiriendo a las aspas molineras que cortaran el viento, demoledoras cuchillas para castigar cuellos, lo que además zanjaba el asunto de forma perentoria y definitiva.

 

Jeremy Bentham (1787). Diseño de planta y alzado para el Panopticon. En Juan Antonio Ramírez, Edificios-Cuerpo, Ediciones Siriela, 2003, p. 87

Con todo, no teniendo el sabio británico de su lado el auxilio de la prudencia sanchina que lo apartara –siquiera como intento de hacerle desistir de su propósito– en la quimera de ese gigante-molino acabó éste edificándose en otros lugares –de los que Francia no fue el primero– donde para desventura hubo muchos que fueron con sus huesos a dar en él.

J.C.G.

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