Sobre Nietzsche, seguido de una vision romantica del profesor universitario

Los días 5, 6 y 7 del pasado mes mayo se celebró en Málaga el IIº Congreso de la Sociedad Española de Estudios sobre Friedrich Nietzsche, convocado bajo el lema de ACTUALIDAD Y/O INACTUALIDAD DE NIETZSCHE (Más información en: www.uma.es/nietzsche-seden/). Lamentablemente, de todas las sesiones programadas no tuve ocasión de asistir más a que a dos; Nietzsche politico o impolitico? y A análise metafórica das questões políticas em Nietzsche, respectivamente impartidas por los profesores Carlo Gentili (Università de Bolonia) e Ivo da Silva Junior (Universidede Federal de Sao Paulo).

Me atrajo la convocatoria porque durante la primavera anterior y con motivo de mi investigación sobre Tolstói [El alma y la ley. Tolstoi entre juristas. España (1890-1928), Comunicación social Ediciones y Publicaciones (Col. Colección Historia y Presente), Sevilla-Zamora, 2010 (edición impresa): 978-84-92860-33-3. ISBN (edición e-book): 978-84-92860-34-0)] yo había trabajado acerca del influjo de Nietzsche en España manejando los trabajos de Paul Ilie, “Nietzsche in Spain. 1890-1910”, en Publications of the Modern. Language Association of America, LXXIX, (March 1964), pp. 80-96 –que no me fue demasiado útil– y de Udo Rukser, Nietzsche in der Hispania. Ein Beitrag zur hispanischen Kultur und Geistesgeschichte (Bern, Francke, 1962) y Gonzalo Sobejano, Nietzsche en España (Gredos. Col. Biblioteca Románica Hispánica, Madrid, 1967), que ciertamente sí me reportaron extraordinario provecho. Fue incómoda su consulta, que hice fuera de mi propia biblioteca, acuciado por la perentoriedad de los plazos de préstamo. Me conjuré a adquirir ambas obras para en lo sucesivo disponer de ellas sin aquellas estrecheces. A la de Sobejano accedí pronto, existiendo además en 2ª ed., de 2009, que añade un estudio y enmienda algunas erratas.

Respecto de la de Rukser no fue tarea tan fácil ni de rápido desenlace, y demoré en integrarla hasta poco antes del comienzo de este estío. Localizada finalmente en O’Donoghue Books, una de las muchas librerías que recaman la galesa Hay-on-Wye, aunque no en la parte más turística, conocida y vistosa. La librería en cuestión, sita en Greenfield Industrial Estate, está especializada en libros de segunda mano sobre materias de Filosofía, Ciencias sociales y Política, disponiendo en oferta de un atractivo fondo. Solicitado allí un ejemplar –único a la venta– llegó a mi correo con británica puntualidad pocos días después. Y al examinarlo con deleite y satisfacción observé que presentaba firma de su anterior poseedor, que resultó ser la del Prof. John McCormick, de la Rutgers University, fallecido en York (England) el 1 de abril de 2010.

Indagando en su biografía y producción científica he descubierto en él un modelo de profesor universitario del no cabría decir sino que está completamente extinguido a día de hoy. El Prof. McCormick ofrece la visión romántica del profesor universitario, en un tiempo de la historia y de la vida académica que ya no volverá.

Rescato en adelante noticias en algunas necrológicas [“In Memory of John McCormick 1918–2010”, en Sewanee Review 118, 2 (Spring 2010), Daniel Moreno, “John McCormick (1918-2010)”, en Suplemento de la revista Teorema. Revista internacional de Filosofía 30 (Otoño 2010), y “A Tribute to John McCormick”, en Collegue Hill Review 7 (Spring 2011)] y otros lugares [The Telegraph, “Professor John McCormick“, Culture Obituaries. 09 Jun 2010 (http://www.telegraph.co.uk/news/obituaries/culture-obituaries/7815183/Professor-John-McCormick.html)]

John McCormick Owen había nacido el 20.IX.1918 en la pequeña localidad de Thief River, Minnesota (USA). Sobre su infancia pesarán los efectos del Crack del 29 y la Gran Depresión. Dicen que abandonó la casa de sus padres al cumplir los 15 llevando en el bolsillo 5$. Viajó de clandestino en vagones de caballos, trabajó en el circo y se enroló como grumete en un carguero herrumbroso que desde New Orleans transportaba suministros y municiones a España, en Guerra civil, destinados al bando republicano. Hay hasta aquí regusto biográfico a las uvas amargas de Steinbeck, ecos faulknerianos de un Mientras yo agonizo y doblar de campanas a lo Ernest Hemingway.

De vuelta a Minnesota obtiene en 1941 el grado B.A. magna cum laude por su Universidad, y se alista voluntario en la Armada de los EEUU para combatir en la guerra europea. Convoya cargueros a través del Atlántico como capitán de un cañonero antisubmarino, y luego en el Pacífico, durante la guerra con el Japón. En su tripulación de entonces figuraba el actor Kirk Douglas, quien habría resultado menos aguerrido que en sus personajes cinematográficos. Parece que en cierta oportunidad Douglas pretendió eludir el servicio con un parte de enfermería, a fin de reservarse para futuras gestas de celuloide. La contundente respuesta McCormick resultó más épica que la imaginada por los cualquiera guionistas bélicos de Hollywood: “Tell Mr Douglas that if he doesn’t stand his watch, I will shoot him”. Douglas experimentó una tan repentina como asombrosa mejoría.


Kirk Douglas, Paths of Glory, 1957, dirigida por Stanley Kubrick

Al término de la IIª Guerra Mundial McCormick se acogió, como otros muchos veteranos, al G.I. Bill para cursar estudios universatiarios gratuitos, eligiendo en su caso la Universidad de Harvard. En 1947 alcanzó el M.A. en Comparative Literature, y Ph.D. en 1951.

Regresa entonces a Europa, integrando el profesorado del Salzburg Seminar sobre vida y cultura americanas. Luego pasa a Berlín y en su Universidad Libre enseña literatura estadounidense; es el año 1954. Así que pasen cinco, habiendo aceptado una cátedra de Literatura Comparada en la Rutgers University de New Jersey, regresará a su país. Para entonces su curriculum ya se ha enriquecido con algunos otros desempeños académicos temporales, como Lecturer, en la University of Maryland (1953-54) y Visiting Lecturer en Bennington College, Vermont (1956-1957).

Pero es sin duda difícil ubicar a McCormick convenientemente acomodado a la vida académica, con frecuencia tan prosaica y burocrática; nada de eso parece haber cambiado demasiado, es seguro que tal idea de Universidad –reseca y momificada– ha ganado adeptos, especialmente entre los más ineptos. Su carácter y talante le llevan en 1960 a una estancia académica en México C.F. como profesor visitante, donde vivirá una experiencia personal que sublima sus lecturas del Hemingway «pamplonica» en Fiesta (1926) o Muerte en la tarde (1932). El sentimentalismo de esas novelas no convence a McCormick, que las impugna artificiales, y se arrima a conocer por sí mismo el planeta taurino. En México toma clases de toreo, primero de salón y en seguida sobre la arena, hasta conseguir licencia de matador de toros. Una foto, con traje de luces, le testimonia inoculado del mortal veneno de esa pasión taurina, atavío que pretendientes a apoderados hubieran usado para cristianarlo en carteles y tardes de éxito por cosos de la frontera entre Texas y México. Le presentarían con el sobrenombre de “El norteamericano”.

Pero nunca tomó las aguas de ese bautismo, ni hizo paseillo en otro ruedo que el de la vida misma. «La vida –me dijo una vez mi abuelo en un lance senequista– es como el ruedo, redonda, y el toro siempre vuelve”; alternativas y bregas de la vida, faenas del vivir, que no son novilladas. De aquella tienta, de esa tentativa, quedó un libro, mano a mano con el poeta y dramaturgo Mario Sevilla Mascareñas, The Complete Aficionado. A Comprehensive Survey of the Art and Technique of Modern Toreo (Weidenfeld and Nicolson- World Publishing Company,, London-Cleveland- New York, 1967), que ilustró Roberto Berdecio con dibujos a plumilla, y contiene abundantes fotografías. Lo reeditaron en 1989, con un título sin tanta verdad: Bullfighting: Art, Technique, and Spanish Society (Transaction Publishers, New Jersey, 1998).

Los nuevos editores, en un recorte poco aseado, prescindieron de Mario Sevilla, quien en verdad sí había escrito mucho antes (México, 1939) una obra de tauromaquia –Ensayo sobre el arte del toreo, con ilustraciones de Roberto Montenegro– y más adelante otra sobre la reforma agraria de los campesinos de Sonora (Aquí, Sonora, SOS, s.l., 1977). Los lectores de la «edición» –mejor, re-edición– entraron carrileros al engaño, no obstante la misma tipografía y la misma paginación, y creyeron recibir una “nueva introducción y epílogo del autor”. Ciertamente se les defraudaba.

Del libro de McCormick, en todo caso, se salva hoy lo correspondiente al capítulo «The Bulls of Fiction», que llega hasta 1964. Luego de esa fecha tampoco hubo mucho más; sólo sobrantes de tientas. Excluyo de tales excedentes un sobrero de trapío. José María Requena (Carmona, 1925- Sevilla, 1998), Premio Nadal 1971 con El cuajarón (Destino, Barcelona, 1972), que hace tanto que leí y todavía recuerdo.

También año 1971 publicó McCormick The Middle Distance: A Comparative History of American and European Literature, 1919-1932 ( Free Press, New York-London, 1971) , que en 1999 mereció una 2ª ed. (Transaction Publishers, New Jersey). Este libro hacía ya el número cuatro de sus monografías; vid. Catastrophe and Imagination, Longmans, Green, London, 1957 (2ª ed. por R. West, Philadelphia, 1978); Amerikanischen Lyrik der letzten fuenfzig Jahre, Vandenhoeck und Ruprecht, Goettingen, 1957, y Der modern amerikanische Roman, Vandenhoeck und Ruprecht, Goettingen, 1960. Estaba, además, la antología Versions of censorship (Doubleday, Garden City, N.Y., 1962), compuesta junto a Mairi MacInnes, la joven estudiante que conociera en Salzburg y con quien contrajo matrimonio en 1954.

Hubo en todo ese tiempo mas viajes –académicos u oficiales, pero igualmente de fortuna espiritual en lo particular e íntimo– a la University of Leeds (West Yorkshire, Inglaterra) y a Tokio. Y estaban por llegar sus dos grandes trabajos. El primero, como a mi juicio así se le debe acreditar, es Fiction as Knowledge: The Modern Post-Romantic Novel (Rutgers University Press, New Brunswick, N.J., 1975), y a pesar de su reducida extensión, poco más de 180 pp., está lleno de sugestivas interpretaciones acerca de la percepción del pasado y presente entre los escritores de ficción del período objeto de estudio.

El otro es su biografía del filósofo de origen madrileño Santayana (George Santayana: A Biography. New York: Knopf, 1987; 2ª ed. Transaction Publishers, N.J., 2003).

Fue Jorge Ruiz de Santayana y Borrais (Madrid, 1863- Roma, 1952) profesor de la Universidad Harvard, que definitivamente lo hastió en 1912. En Europa se reveló trágico y elitista, con peligrosas inclinaciones al fascismo, algunas más que sólo veleidades antisemitas y un tan feroz tradicionalismo en estética y literatura que Shakespeare y Browning le resutaban atroces. El arduo análisis de McCormick enfrenta, casi objetivo y siempre brillante, los perfiles menos amables, y se admira de su escepticismo y del ingenio de los epigramas en que fue maestro.

John McCormick murió a los 91 años de edad, víctima de la neumonía. Fue parte de un tiempo de la historia y de la Universidad que no volverá. Me honro al disponer en mi biblioteca de uno de los muchos libros que en vida le acompañaron.

J. C. G.

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