James Abbot McNeill Whistler. Nocturno de Londres (1871-1874)
Durante los días 8, 9 y 10 de marzo tuvo lugar el tercero de los Seminarios de Derecho y Literatura previstos para el presente Curso Académico 2009-2010. Dirigido a los alumnos de Filosofía del Derecho Vº Curso de la Licenciatura en la Facultad de Derecho de la Universidad de Málaga, fue impartido a 25 asistentes (Grupo B) y coordinado por el Prof. Dr. José Calvo González.
Lectura previa de la novela Divorcio en Buda (1936) de Sándor Márai (1900-1998).
“La vida a veces es contraria al proceso judicial”
Sintesis
El relato nos sumerge en el fuero interno y más personal de un juez húngaro, Kristóf Kömives, que vivirá de modo especial uno de los casos de divorcio que ha de resolver: el del matrimonio Greimer. Involuntariamente entrelazado en la crisis matrimonial que ha de enjuiciar, conoce del suicidio de la esposa, con quien mantuvo una fugaz relación siendo aún soltera. Ese desenlace, ajeno a él en principio, le es revelado a través de una conversación con el esposo, éste un antiguo compañero de estudios del ahora juez, en la noche anterior al día previsto para la celebración de juicio y dictado de sentencia de disolución.
Materiales de Seminario
Texto
Sándor Márai
Divorcio en Buda,
trad. de Judit Xantus Szarvas
Editorial Salamandra
Barcelona, 2002, 190 pp.
FUERON TEMAS PARA EL DEBATE EN SEMINARIO
I) Contexto histórico. La referencia temporo-espacial ha de situarse en la ciudad de Buda (Hungría), durante el cambio de siglo y en un modelo social burgués. Se “disfrutaba de una paz idílica”. Clave orientativa complementaria: leer Stefan Zweig, El mundo de ayer. Memorias de un europeo, trad. de J. Fontcuberta y A. Orzeszek, El Acantilado, Barcelona, 2001, pp. 17-22 “… Hoy, cuando ya hace tiempo que la gran tempestad lo aniquiló, sabemos a ciencia cierta que aquel mundo de seguridad fue un castillo de naipes”.
II) Contexto sociomoral. Kristóf Kömives expresa el patrón de sumisión/aceptación, de complicidad pasiva antes que activa, a una construcción moral presidida por formas convencionales muy estrictas.
III) Contexto familiar.Kristóf Kömives, hijo y nieto de jueces (honrados, cristianos, húngaros), continúa la trayectoria de una familia acomodada con reminiscencias de la nobleza, cuyos miembros trabajaban de funcionarios (vid. cap. 3).
* Temas a debate: Perfil orgánico (modelo de juez en la Ley Orgánica del Poder Judicial). Iconografías judiciales: “Enfrente del escritorio, con un marco dorado de madera labrada, cuelga el retrato del abuelo, “Kristóf I”, pintado por un tal Barabás. La cabeza de aire romántico, el rostro de ojos severos y un tanto irónicos, los labios finos, apretados, recuerdan a un clerigo de finales del siglo XVIII: el retratado tiene el aspecto de un abad” (p. 120); «… Su mirada se mueva de la imagen que ofrece la ventana al retrato de «Kristóf I». El gran juez contempla el mundo con ojos sosegados y desapasionados. El pintor lo retrató vestido de gala, con traje tradicional, y la imagen es solemne pero no inspira temor» (p. 190).Clave orientativa complementaria:Franz Kafka, El proceso, trad. de R. Kruger, con introd. de J. L. Herrera (“Diligencias previas” a El proceso de Kafka), Civitas, Madrid, 1987, cap. VII: “El abogado. El empresario. El pintor”: “K. pudo ver cómo se formaba rodeando la cabeza del juez, siguiendo el trazo tenebroso de los pasteles, un halo rojizo que se expandía hacia fuera y se perdía en los límites de la tela. Lentamente ese juego de manchas terminó por circundar la cabeza de una especie de corona, como se fuese una alhaja o un símbolo de realeza” (p. 167). Acerca del estilo pictórico de Titorelli escribe Pietro Citati: “Pero sus retratos, sus figuras alegóricas, sus monótonos paisajes con brezales son tan toscos, que bastan para demostrarnos hasta qué punto de degradación ha llegado, en el mundo moderno, la tradición sagrada”, Kafka, trad. de J. Bignozzi, Cátedra, Madrid, 1993, p. 136. Véase también José Calvo González “Iudex Suspectus. Semionarativa y retórica de la imagen”, en Id., Derecho y Narración. Materiales para una Teoría y Crítica narrativista del Derecho, Editorial Ariel, Barcelona, 1996, pp. 99-104, en esp. p. 104 n. 14.
IV) Contexto profesional.
1) La complejidad en la función judicial:
– “Kristóf intuía que justicia y “hechos” son cosas diferentes. El mundo confuso y ambiguo de “los hechos” se transformaba en la sala, y en la mayoría de los casos el juez sólo podía conocer la verdad apoyándose en su intuición, pues los que entraban en la sala llevaban espejos que deformaban su imagen: los enanos querían hacerse pasar por gigantes; los gordos, por delgados, y los flacos, por robustos. La verdad es, ante todo, saber situarse en la medida justa. Nadie le había enseñado esta ley, pero el la sentía con todo su ser a través de la experiencia de su padre y sus antepasados, y mediante el raciocinio, que advierte el peligro” (p. 55)
– “¿En qué se resume la verdadera practica judicial, ante el juez? De un lado está el mundo, con sus juicios, sus asesinos, sus acusados dispuestos a jurarlo todo, sus odios y sus mentiras: de otro se encuentra la ley, con su maquinaria, sus rituales preestablecidos, sus normas, su orden y sus maneras –el tono que emplean los agraviados y el que usan los agresores-; y por último está el juez, que de toda esa materia muerta, viva y cruda debe destilar, algo que según la fórmula química de las leyes corresponda a verdad” (p. 56)
– “Está la ley y está la verdad, pero tal vez sólo puedan administrar justicia aquellos que son capaces de indignarse con los pleitos de la humanidad” (p. 57)
– “Quizá si hubiese un juez a la antigua usanza, un juez que al mismo tiempo fuera sacerdote y adivino (…) Pero no lo había. El no podía hacer nada: examinaba los autos, citaba a las artes implicadas y confirmaba lo que podía ser confirmado” (p. 59).
* Temas en debate: Hechos en proceso. Verdad judicial.
2) Juez de divorcios. Perplejidad personal y resolución funcional:
– “Desde ese torbellino, Kömives había alcanzado la isla de los divorcios, y al principio había pensado que aquel paraje era más tranquilo, más claro, quizá más triste pero también más humano. Sólo se trataba de que había un hombre y una mujer que no podían vivir juntos. Los divorcios son errores tristes y a veces nefastos que conducen a los últimos compases de una tragedia humana que empezó por la eterna escena del balcón y termina ante el juez. Su trabajo no pasaba de comprobar que dos personas ya no se soportaban.
Casi todos llegaban hasta el juez con el mismo pretexto: solía haber uno que asumía la culpa, pero el juez sabía que los dos eran culpables por igual o que quizá no lo era ninguno de los dos y el verdadero culpable era alguien o algo que escapaba a su control. Y, mientras pronunciaba la sentencia de divorcio, tenía la sensación de que la voluntad humana se entrometía en una disposición divina”. (p. 59).
– “Tras unos años de práctica en el campo del divorcio llegó a pensar que, de todas las tareas judiciales, su especialidad era la más difícil, pues tenía que desatar con manos humanas e inexpertas lo que Dios había atado antes y que, por lo tanto, sólo Él podía desatar.
Maridos y mujeres pasaban ante Kristóf en una fila india demencial, mentían y juraban que decían la verdad, no se miraban a los ojos ni dirigían el rostro hacia el juez, se inventaban virtudes y vicios, asumían las mayores vilezas, se cubrían de vergüenza porque no querían sino huir, huir de aquella esclavitud, de aquella miseria insoportable. Se presentaban ante el juez paralizados, y el desataba y separaba conforme a las disposiciones legales, pero también bajaba la cabeza al dictar sentencia porque sabía que sus palabras sólo transmitían disposiciones humanas y era consciente de que todo lo que decía estaba en contra de las leyes divinas” (p. 61)
– «No hay dos tipos de jueces. La noche sólo tiene un juez: la conciencia. Yo no trabajo de noche, para eso están los juzgados de guardia. El veredicto, dices. Necesitas un veredicto. Amigo mío, el veredicto es algo grande, algo sagrado. Yo no puedo pronunciar veredictos guiándome por sentimientos o estados de ánimo. El veredicto es una cosa sublime. Nosotros , los seres humanos, los jueces y los acusados, somos sólo los instrumentos. El que juzga es otro…» (pp. 127-128).
* Temas en debate: Ley y conciencia individual. Jueces y objeción de conciencia.
V) Contexto psicológico:
– Símbolos binarios: día y noche, muerte y vida.
– Símbolos espaciales: Buda/ Pest
– Símbolos psico-personales: Externalidad/ Internalidad, Inconsistencia/ Pesantez : Clave orientativa complementaria: acudir al cuento La muerte de Iván Ilich, de León Tosltói.
– Símbolos psico-jurídicos: Verdad formal/verdad material. Leyes humanas/ Leyes divinas. Apariencia/ realidad (suicidio/eutanasia). Enfermedad biológica/ Enfermedad social. Formalismo jurídico / “pleitos de la humanidad”.