En medio de todos los titulares que hablaban de que los demócratas habían obtenido el control del Congreso de los Estados Unidos, un resultado electoral importante paso casi inadvertido. Aunque subrayó los defectos del sistema político estadounidense, me devolvió la fe en la compasión de los estadounidenses comunes y corrientes.
En Arizona, los ciudadanos pueden someter un proyecto de ley al voto popular directo si reúnen un número suficiente de firmas. Este año, uno de los asuntos que figuraban en la boleta era una ley para prohibir que se atara o confinara a una marrana preñada o a una ternera criada para carne de manera que le impidiera al animal darse vuelta libremente, echarse y extender por completo sus extremidades.
Los que saben poco sobre la cría industrial moderna pueden preguntarse por qué sería necesaria esa legislación. Bajo los métodos de cría que eran universales hace 50 años y que siguen siendo comunes en algunos países actualmente, todos los animales tienen espacio para darse vuelta y estirar sus extremidades.
Sin embargo, hoy en día alrededor del 90% de las marranas de cría –las madres de los cerdos que se crían y matan para obtener carne, tocino y jamón—pasan la mayor parte de sus vidas encerradas en jaulas que miden aproximadamente 60 cms. por 2.2 metros. No pueden darse vuelta, echarse con sus patas extendidas por completo o dar más de un paso hacia delante o hacia atrás. A otras marranas se les mantiene atadas con cuerdas cortas que también les impiden darse vuelta.
A las terneras se les encierra de manera similar durante toda su vida en establos que no les permiten darse vuelta, echarse o estirar sus extremidades. Estos métodos son esencialmente recursos para ahorrar trabajo –facilitan el manejo de los animales y permiten a las granjas que tienen miles o decenas de miles de animales contratar un número reducido de trabajadores menos calificados. También impiden que los animales desperdicien energía moviéndose y peleando.
Hace varios años, tras las protestas de las organizaciones de protección de los animales, la Unión Europea encargó a su Comité Científico Veterinario un informe sobre estos métodos. El Comité constató que los animales sufren al no poderse mover con libertad y al no tener absolutamente nada que hacer en todo el día. Por supuesto, el sentido común habría llevado a la misma conclusión.
A raíz del informe, la UE fijó fechas después de las cuales quedaría prohibido confinar así a esos animales. En el caso de las terneras, la fecha, 1 de enero de 2007, ya casi ha llegado. Los establos individuales para marranas, que ya son ilegales en el Reino Unido y Suecia, quedarán prohibidos en toda la UE a partir de 2013. También se están adoptando gradualmente medidas para mejorar el bienestar de las gallinas ponedoras, a las que generalmente se mantiene apretujadas en jaulas de alambre sin espacio para extender sus alas.
En los Estados Unidos no se prevé ninguna medida nacional de ese tipo. Antes, cuando mis amigos europeos me preguntaban por qué los Estados Unidos están tan retrasados con respecto a Europa en materia de bienestar de los animales, yo no tenía una respuesta. Si me presionaban, tenía que admitir que la explicación podría ser que los estadounidenses se preocupan menos por los animales que los europeos.
Entonces, en 2002 los defensores del bienestar de los animales incluyeron en las boletas electorales de Florida una propuesta para prohibir los establos para las marranas. Para sorpresa de muchos, obtuvo la aprobación del 55% de los votantes. El mes pasado en Arizona, a pesar de una oposición bien financiada del sector agroindustrial, la prohibición de las jaulas pequeñas para marranas y terneras también fue aprobada con un apoyo del 62%.
Ni Florida ni Arizona son estados particularmente progresistas –ambos votaron por George W. Bush y no por John Kerry en 2004. Por eso los resultados indican firmemente que si a todos los estadounidenses se les diera la oportunidad de votar sobre el encierro de marranas preñadas y terneras en lugares tan pequeños, la mayoría votaría en contra. Parece que a los estadounidenses el bienestar de los animales les importa tanto como a los europeos.
Por eso, para explicar la diferencia entre Europa y los Estados Unidos en materia de bienestar de los animales, debemos fijarnos en los sistemas políticos. En Europa, las preocupaciones de los electores sobre el bienestar de los animales han podido influir sobre los miembros de los parlamentos nacionales y los miembros del Parlamento Europeo, lo que ha dado como resultado legislaciones nacionales y directrices de la UE que responden a esas preocupaciones.
En contraste, en los Estados Unidos las preocupaciones similares no han tenido un efecto observable sobre los miembros del Congreso. No hay ninguna legislación federal sobre el bienestar de los animales de granja –y muy pocas legislaciones estatales. Eso, yo creo, se debe a que el sector agroindustrial da decenas de millones de dólares a los representantes del Congreso que buscan reelegirse. El movimiento por el bienestar de los animales, a pesar del amplio apoyo popular, no ha podido competir en la esfera del cabildeo político y las donaciones a las campañas.
En la política estadounidense el dinero cuenta más que la opinión de los electores. La disciplina partidista es débil y los representantes deben reunir ellos mismos la mayoría de los fondos que necesitan para su reelección, y eso sucede cada dos años en el caso de los miembros de la Cámara de Representantes. En Europa, donde la disciplina partidista es rígida y los partidos, no los candidatos, son quienes financian las campañas, el dinero juega un papel menor. En los Estados Unidos, una nación que se enorgullece de sus tradiciones democráticas, no sólo salen perdiendo las marranas y las terneras.
(Trad. de Kena Nequiz)
Peter Singer es profesor de bioética en la Universidad de Princeton y su obra más reciente, escrita junto con Jim Mason, es The Way We Eat: Why Our Food Choices Matter.
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